Se trata de una malformación congénita muy poco frecuente que afecta a uno de cada 10.000 fetos y que si no es tratada con terapia fetal produce su muerte antes de nacer. A consecuencia de esta malformación, los bronquios principales que conectan el pulmón con la tráquea no se forman bien y les faltan una porción de manera que todo el pulmón que conecta este bronquio queda aislado, provocando una acumulación de secreciones y una gran inflamación del pulmón. De esta manera, el pulmón se comporta como un gran tumor torácico que comprime el corazón del feto y provoca un fallo cardíaco. En los pocos casos en que el feto consigue nacer vivo, la compresión también impide el desarrollo normal del pulmón sano. En todos los casos conocidos el bebé ha muerto por insuficiencia respiratoria.
Los cirujanos decidieron operar el feto dentro del vientre de la madre en la semana 26 de gestación. Anestesiaron el feto, lo colocaron en una posición adecuada, y le introdujeron un fetoscopio -endoscopio adaptado para poder ver el feto- que dirigieron a la boca del feto e introdujeron en la tráquea a través de la laringe, al igual que se haría en un niño o un adulto. Cuando visualizaron la obstrucción del bronquio, lo perforaron y reconectaron los bronquios obstruidos superiores con los inferiores. Se trata de una intervención extremadamente delicada, ya que se desarrolla al lado del corazón, en unos tejidos que tienen el grosor de un papel de fumar. Cualquier error en la manipulación del instrumental puede conducir a la muerte del feto. El pulmón enfermo se vació y redujo su tamaño, el fallo cardíaco se recuperó y el pulmón sano inició una rápida recuperación.
Tras la intervención, el embarazo siguió su curso normal y once semanas después nació el bebé. No requirió reanimación inicial. Sólo presentó una insuficiencia respiratoria leve. Trece días después de su nacimiento fue sometida a una intervención definitiva en el transcurso de la cual los cirujanos le extirparon los lóbulos pulmonares dañados en vida fetal por la lesión bronquial. En la actualidad la niña, que tiene 16 meses, lleva una vida normal y sólo debe seguir controles rutinarios.
Foto superior: Los médicos que han realizado este programa de cirugía fetal con la niña intervenida y sus padres.
Fuente.: Comunicación HSJD Esplugues.
Los cirujanos decidieron operar el feto dentro del vientre de la madre en la semana 26 de gestación. Anestesiaron el feto, lo colocaron en una posición adecuada, y le introdujeron un fetoscopio -endoscopio adaptado para poder ver el feto- que dirigieron a la boca del feto e introdujeron en la tráquea a través de la laringe, al igual que se haría en un niño o un adulto. Cuando visualizaron la obstrucción del bronquio, lo perforaron y reconectaron los bronquios obstruidos superiores con los inferiores. Se trata de una intervención extremadamente delicada, ya que se desarrolla al lado del corazón, en unos tejidos que tienen el grosor de un papel de fumar. Cualquier error en la manipulación del instrumental puede conducir a la muerte del feto. El pulmón enfermo se vació y redujo su tamaño, el fallo cardíaco se recuperó y el pulmón sano inició una rápida recuperación.
Tras la intervención, el embarazo siguió su curso normal y once semanas después nació el bebé. No requirió reanimación inicial. Sólo presentó una insuficiencia respiratoria leve. Trece días después de su nacimiento fue sometida a una intervención definitiva en el transcurso de la cual los cirujanos le extirparon los lóbulos pulmonares dañados en vida fetal por la lesión bronquial. En la actualidad la niña, que tiene 16 meses, lleva una vida normal y sólo debe seguir controles rutinarios.
Foto superior: Los médicos que han realizado este programa de cirugía fetal con la niña intervenida y sus padres.
Fuente.: Comunicación HSJD Esplugues.